miércoles, 4 de febrero de 2015

Aventuras en el ensayo técnico






Estas semanas están teniendo lugar los ensayos técnicos previos a los desfiles del Carnaval de Río de Janeiro. Una de mis amigas, cuyo marido toca percusión en varias escuelas de samba, me invitó a ir con ella a disfrutar de uno de estos ensayos y no podía dejar escapar la oportunidad. Os cuento.




Aquí el carnaval se va cocinando a fuego lento durante todo el año. En las escuelas de samba se celebra una suerte de concurso interno para elegir la samba-enredo (se denomina así a la samba con una letra acorde al tema que la escuela ha elegido para el desfile) que los representará en el sambódromo. Se trata de un tema musical circular, ya que debe repetirse durante todo el tiempo que dure el desfile (según las bases del concurso, un máximo de ¡82 minutos!).



Por cierto, las bases del concurso de sambas en este templo del carnaval carioca son bastante extensas y complicadas, con nueve categorías o "quesitos" y cuatro jueces por cada una de ellas. Por ejemplo, se juzga la calidad de la samba-enredo, las carrozas alegóricas, los disfraces a juego, la armonía de todo el conjunto y la batería, que es el cuerpo de percusión de la escuela de samba y el verdadero corazón musical del desfile, ya que con la distancia es casi lo único que se escucha. Además, es el primer criterio de desempate.


El caso es que me fui al sambódromo, al que es muy fácil de llegar tanto en autobús (GoogleMaps es tu mejor aliado para mirar recorridos y horarios de bus en Río) como en metro (apenas diez minutos desde la estación Central do Brasil y algo menos desde Praça Onze). Lo malo de los ensayos técnicos es que no hay carrozas ni los grupos llevan el disfraz temático, aunque sí van uniformados. Lo bueno es que la entrada es gratuita y, visto los precios prohibitivos de las entradas, creo que en los ensayos es donde están los cariocas de a a pie (sí, si compras a través de la Liesa, en los días concretos en que venden las entradas, la cosa cambia, pero yo soy una guiri tonta que no lo sabía, y las agencias de viajes se aprovechan bien; ahora las entradas rondan los 150-200 euros por cabeza).





Como mi amiga me llamó a última hora diciéndome que no iba a poder venir, tenía dos posibilidades, volverme a mi casa o comprarle una cerveza a uno de los cientos de vendedores ambulantes que recorrían el graderío (recomendación práctica, hay que llevar un cartón, periódico o similar para colocarlo entre el hormigón sucísimo de las gradas y nuestro lindo trasero) y disfrutar del espectáculo sola. Y ya que estaba allí... Una de las cosas maravillosas de los brasileños es que rápidamente te acogen y terminé bailando con un grupo que había alquilado un minibús para venirse desde Petrópolis a ver el ensayo técnico. Que al mismo tiempo compartía sándwiches y cervezas con otro grupo familiar que había al lado. Porque aquí la gente viene de pícnic, queridos. Mayores, niños, neveras de plástico, cajas de corcho. Todo vale. El toque de realidad lo pusieron unos chavalines de, como máximo, ocho o nueve años que se afanaban entre los asistentes, recogiendo las latas y vasos que íbamos dejando. ¿Os he dicho que Brasil es campeona de reciclaje? ¿En un país en el que no se separan los residuos domésticos? Otro día os lo cuento...


El domingo ensayaban tres de las escuelas del Grupo Especial, que viene siendo algo así como la primera división de las escuelas de samba: Ilha, Portela (mi favorita, con un homenaje a los 450 años de la ciudad) y Salgueiro. Además, llevo más de un mes bailando sus sambas en las clases del gimnasio, así que casi no me hizo falta el cuadernillo que repartían en la entrada del sambódromo, con las letras de las canciones para que acompañes sin problemas a tu escuela favorita. Aunque me lo traje de recuerdo.


Seguro que ya sabéis que el sambódromo, en teoría, no es más que un sistema de gradas de hormigón a lo largo de algo más de 500 metros de la calle Marqués de Sapucaí. Pero es mucho más que eso. Para empezar porque su diseño corresponde al gran arquitecto brasileño Óscar Niemeyer. Y eso eleva y dignifica una construcción en la que la economía de las formas se somete plenamente a la función. El problema, que solo una mínima parte de las plazas disponibles están cubiertas. Y el domingo nos cayó el diluvio universal encima.


Las lluvias en Europa no son como aquí. Salvo excepciones, en España la lluvia es fría, constante. Aquí la lluvia es salvaje y torrencial. Caliente y agresiva. Y con un aparato eléctrico que deja víctimas mortales. Y entre el desfile de la Ilha y el de Portela, mientras hacíamos cola para ir al baño, se desató un tormentón. Entre eso y que ya eran las diez de la noche, se me acabó la fiesta. Con mis pintas de Miss Camiseta Mojada 2015 y el chapoteo de las zapatillas, lo que más me apetecía era agarrar un taxi (aquí hay tantos uruguayos y argentinos, que mejor evitar lo de "coger un taxi" y no es un mito, que realmente se ríen de ti), pero no hubo suerte. Lo bueno es que en el metro, camino de la zona sur, todos íbamos pingando... Y ya sabéis que mal de muchos...


El caso es que durante casi dos horas fuimos felices, en una comunión con un graderío repleto de gente totalmente entregada a la samba. En primer lugar salió la batería, hizo un pequeño recorrido y luego retrocedió para dar paso a la escuela con sus carros alegóricos (en este caso, unos carteles anunciando dónde irían las carrozas, no olvidemos que esto no era más que un ensayo), sus reinas, los distintos grupos de la escuela, etc. Casi ni me reconozco, pero tengo ganas de más. Tengo muchas ganas de Carnaval.



2 comentarios:

  1. Qué post tan guay, yo era de las que se pensaba que lo llevaban todo sobre la marcha, y que les salía todo genial siempre por esa capacidad que tienen ya en la sangre. Está bien que se preparen tan a conciencia, es un espectáculo precioso.

    Estás tardando con el post sobre el reciclaje, un tema apasionante y a la vez sorprendente. A mí, que me interesa siempre esto de otros países y culturas, me flipa mucho. Así que cuando puedas...

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  2. Muchas gracias por comentar, amiguiña. Lo del reciclaje aquí es un mundo que da de comer a mucha gente, pero parece que cuanto más lo intentan regular, peor les sale. Y siempre terminan perdiendo los más pobres... Sí, un día tengo que hablar de ello.

    Y lo del Carnaval ya ves que es otro mundo. A ver si compro entradas para uno de los desfiles y veo el espectáculo en su totalidad. Si en la tele ya lo flipas, en vivo tiene que se brutal...

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