lunes, 28 de abril de 2014

El sex-appeal de lo convencional: Fading Gigolo





Creo que era Michel Houellebeq en Plataforma quien hablaba que hay dos tipos de placer: el del descubrimiento y el del reconocimiento. Así, en ocasiones disfrutaríamos de conocer cosas nuevas, de la sorpresa y de lo inesperado, mientras que en otros casos nos complacería disfrutar de lo familiar, de aquello que ya conocemos y apreciamos, revisitándolo a sabiendas de lo que nos vamos a encontrar y gozando del reencuentro.


Algo así me ha pasado con la última película que, gracias a Días de cine, pude ver el jueves pasado: Aprendiz de gigoló. Que el guion y la dirección fueran de John Turturro era un punto a favor, pero creo que todos los que estábamos en el cine queríamos disfrutar de Woody Allen. Sabíamos a lo que íbamos y, desde luego, lo encontramos.




El argumento no tiene demasiada complicación: al librero Murray Schwartz (Allen), que está en plena liquidación de su negocio, se le ocurre que la solución para sus problemas económicos y los de su amigo Fioravante (Turturro) es que este último se convierta en gigoló, aprovechando su contacto con una mujer de clase acomodada (Stone).

Si nos pusiéramos quisquillosos, diríamos que Turturro imita aquí a Woddy Allen, y quizá sea cierto. Pero el director/guionista/protagonista consigue rescatar la esencia de la comedia del maestro para, sin llegar a las cotas de genialidad que alcanzaron algunas de sus películas, ofrecernos una película ligera, sin grandes ambiciones, pero muy divertida. El mejor Allen, pero con la firma de otro grande.


Aprendiz de gigoló hace gala de un humor adulto, pero no en el sentido que el propio título podría sugerir. Antes bien, resulta elegante y bastante inocuo. Como comedia que es, evita sin problemas cualquier conflicto que su concepto mismo pudiera plantear y se centra más en la amistad y el contacto humano como remedio para la soledad. 


Los protagonistas están estupendos. Woody Allen, en un papel totalmente a su medida, siempre es bienvenido y el Fioravante de Turturro resulta creíble y entrañable. Vanessa Paradis es una actriz que suele irritarme y aquí consigue conmover, especialmente en una escena concreta (si veis la película, ya me diréis qué os ha parecido). Liv Schreiber y Sofía Vergara no tienen mucho que hacer y en cuanto a Sharon Stone, ¡qué bien le sientan los años a esta mujer! Está arrebatadora. Los elementos cómicos son constantes y la risa y la ternura se mezclan en una receta que hemos visto mil veces pero que siempre funciona (hay una escena con unos jueces judíos ortodoxos que es desternillante). Turturro consigue que nos riamos con y de la intolerancia religiosa, y que nos identifiquemos totalmente con la pequeña vida de estos neoyorquinos. 


Por último, me gustaría destacar dos elementos muy cercanos tanto a Allen como al director italoamericano: por un lado tenemos la presencia constante de Brooklyn, cuyas localizaciones son indispensables y muy acertadas. Por el otro, una banda sonora exquisita y muy multicultural, algo que subraya muy bien el espíritu de la propia película, con temas de jazz, evidentemente, pero también con chanson française o temas en italiano e incluso una preciosa versión en árabe del estándar de jazz I'm a Fool to Want You. Ah, y un último apunte, aunque casi me da vergüenza comentarlo: es muy recomendable en versión original. Los acentos, la mezcla de idiomas por parte de algunos personajes y el color de las voces quizá no sean imprescindibles para entender la película, pero creo que son fundamentales para disfrutarla.


En definitiva, una comedia que no se sale en absoluto de lo esperado, pero que cumple con creces con su objetivo: es muy amena y deja muy buen sabor de boca. Las carcajadas, el aplauso al terminar la proyección y los comentarios que se oían a la salida del cine fueron prueba de ello. Así, da gusto repetir. Muy recomendable.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Dudas, comentarios, sugerencias? Tu opinión siempre es bienvenida.