lunes, 24 de febrero de 2014

Revisitando el Holocausto: Al nacer el día



Cuando parece que el Holocausto judío ha exprimido todas sus posibilidades, siempre acaba por surgir una memoria que rescatar o una historia que nos revela una nueva faceta. El horror inimaginable de exterminio de comunidades enteras no deja de sorprendernos y, por muchas películas y muchos documentales que veamos sobre ello, cada nueva revisión arroja luz sobre un aspecto que quizá aún no conocíamos y que, solo por ello, ya sería necesaria.


En el marco de la retrospectiva que la Filmoteca Nacional está dedicando estos días a Goran Paskaljevic, el miércoles asistí a la proyección de Al nacer el día (Kad svane dan), film de 2012 que ahora se estrena en nuestro país (dos años, ni más ni menos). En la presentación estuvieron Chema Prado, director de la filmoteca, el propio Paskaljevic y Fernando Lara, exdirector de la SEMINCI, un festival que ha otorgado al cineasta serbio tres espigas de oro. Además, aprovechando su presencia en España se le hizo entrega del premio que el Festival de Cine Inédito de Mérida le concedió en 2012 precisamente por la película que nos ocupa.


Al nacer el día cuenta la historia de Misha Brankov, un profesor de música jubilado que descubre por casualidad que setenta años antes su verdadera familia, judía, lo entregó en adopción a unos granjeros antes de ser deportada al antiguo reciento ferial de Semlin, primer campo de concentración creado en Europa, y que funcionó como banco de pruebas para el exterminio por parte de los nazis. En la actualidad, el recinto se encuentra en estado de abandono y, durante unas obras en una cañería, se localizó una caja con documentos y una partitura inacabada, que resultó ser una composición de Isaac Weiss, el padre del señor Brankov. 


A partir de ahí se va desarrollando una historia sobre los lazos familiares y la búsqueda de la identidad, la vejez y la marginación. El punto de partida puede recordar en cierto modo a otras películas, como La llave de Sarah, pero la clave que supone el descubrimiento de la partitura inacabada y el afán del protagonista por sacar del anonimato un lugar de vergüenza, tanto en su momento como en la actualidad, al ser un foco de chabolismo en pleno Belgrado, ofrecen una nueva persepectiva sobre la cuestión del racismo.


En mi opinión, uno de los grandes aciertos es el realismo y la sencillez con que trata sus temas y, aunque creo que en algunos momentos abusa de sentimentalismo, el final resulta conmovedor y consigue esa lágrima que, a pesar de las intenciones más o menos evidentes del director, no se logra en otros momentos del metraje. El actor Mustafa Nadarevic ofrece un gran papel, lleno de humanidad y entereza, y la dignidad con que va enfrentándose a todo lo que le sucede es ejemplar. Es una película pausada, aunque no se hace en absoluto pesada, y carece de grandes giros (hasta el punto de que durante la última emisión de Días de cine, la destriparon de principio a fin). No obstante, aunque es una película muy emotiva, a medida que pasan los días la sensación se va diluyendo y da la impresión de que no termina de calar...


Durante la presentación previa a la proyección, Paskaljevic explicó que el argumento se basa en una historia real, la del guionista Filip David, que sufrió una situación similar a la del protagonista. Además, también comentó que, gracias a la película, se están dando los primeros pasos para erigir un monumento en el lugar de los hechos. Eso le dota a la película de un peso evidente, pero lo que nos cuenta y la denuncia que hace tendrían la misma validez sin el respaldo de lo anecdótico, porque al fin y al cabo, es una lección de historia y solo por ello ya sería recomendable. 




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