lunes, 9 de diciembre de 2013

La costurerita de Tetuán


Bueno, pues por fin me he puesto con la que parece que es la serie de moda (guiño, guiño) de este año. Y hay que reconocer que tenían razón los que la vieron en el festival de Vitoria y no han dejado de recomendarla desde entonces.


Tengo que confesar que le tenía un poco de tirria a El tiempo entre costuras. La novela nunca me atrajo demasiado y la forma de programarla a mala uva de los de Antena 3 (¿de verdad no tenían otro día más que el lunes?) me habían puesto un poco a la defensiva, pero ahora que Isabel ha terminado su estupenda segunda temporada, era hora de ponerme con ella. Así que estos últimos días le he dado un buen tute y me he visto los primeros cuatro episodios.


Como ya sabéis, El tiempo entre costuras adapta la popular novela homónima de María Dueñas, publicada con enorme éxito en 2009. En ella, la joven modista Sira Quiroga abandona una España a punto de entrar en guerra para establecerse en el protectorado español de Marruecos. Por el momento, la serie sigue su camino de supervivencia y ascenso profesional desde unos orígenes humildes en Madrid.

Hay algunas cosas que no me acaban de gustar de la serie, como algún fallo de casting (ya lo había leído en alguna parte, pero es que lo de Rubén Cortada tiene delito) o algunos diálogos que suenan raros o que, directamente, son anacrónicos. Pero parece que ganan los aciertos, empezando por una luz y unas localizaciones que me tienen totalmente encandilada, o por unos personajes secundarios que atrapan.

Quizá la menos interesante, al menos por ahora, sea precisamente la protagonista, a pesar de que Adriana Ugarte es una delicia para la vista y ofrece una interpretación, en mi opinión, muy solvente. Pero me llama mucho más la atención el fresco social que pinta la serie, al ofrecernos una estampa de ese limbo que Marruecos representa durante la Guerra Civil. Creo (corregidme si me equivoco) que hasta ahora ninguna serie había llegado a representar esa irrealidad colonial, ese vivir el presente a lo Casablanca, ese crisol de nativos, funcionarios, exiliados, diplomáticos y vividores. O quiza, más bien, habría que hablar simplemente de supervivientes, ya que lo que hacen es eso, intentar sobrellevar sus circunstancias y hacer una vida lo más normal posible sin que les afecte demasiado la Historia con mayúsculas. Y precisamente de eso va la serie: de la supervivencia.


La serie hereda lo mejor de la tradición de esas grandes adaptaciones que Televisión Española producía hace ya tiempo. Boomerang y Antena 3 recogen el testigo y son capaces de crear un producto de gran calidad y, creo yo, fácilmente exportable. No estoy segura de si podría compararse con las grandes series que se han hecho en otros países, aunque creo que sí. Y, desde luego, pueden estar orgullosos del resultado. Incluso si la trama no fuera interesante (y, vistos los datos de audiencia, es evidente que sí que lo es), solo por la fotografía, el vestuario y las localizaciones ya merecería la pena. Así que es una suerte que al fin la haya descubierto. Ya tengo relevo para los lunes.

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