miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cuarto y mitad de maldad



La felicidad no vende en la ficción. La gente feliz puede tener una historia que contar, pero es el conflicto lo que mueve una trama y lo que la hace interesante. La felicidad crea un limbo en el que lo más deseable es la permanencia. Supongo que por ese motivo es ahí donde terminan las películas, en el final feliz, irreal e irrelevante.


Si dejamos de lado a las personas felices y, lógicamente envidiables pero a la larga aburridas, en mi opinión nos quedarían otros dos tipos. El otro día hablábamos de antihéroes, que es de algún modo la forma que ahora se considera "inteligente" o profunda de contar una historia. En esta tipología también agruparía a los personajes ambivalentes. Estos personajes grises nos gustan porque, sin llegar al extremo de la maldad crean conflicto, sus decisiones y sus actos pueden sorprendernos, revolucionar la trama y hacer temblar los cimientos sobre los que se asienta la ficción. Además, son más humanos y, en consecuencia, nos permiten una identificación más o menos clara con sus historias y sus motivaciones, incluso cuando no las compartamos.


Por último, tendríamos a los malvados. Esos villanos de manual que encontramos en las historias que explotan la lucha entre el bien y el mal o cuya mayor satisfacción es desestabilizar la tranquilidad de los personajes "felices".


Puede que no sea el recurso más elaborado y en ocasiones puede resultar facilón, sobre todo si no se da profundidad al villano, pero hay que reconocer que un buen malvado nos gusta. Al menos a mí. Las brujas de Disney son tanto o más interesantes que las princesas y otros malos de película, como los de las sagas de Batman o James Bond, resultan tan carismáticos como los protagonistas. Por no hablar de la ternura que nos despiertan algunos malos de Doctor Who, serie capaz de provocarnos empatía con un salero. Revenge se sostiene por la lucha entre Victoria y Emily (con el interés añadido de que la supuesta heroína tampoco es inocente y es de un gris bastante oscuro) y gran parte del atractivo de Downton Abbey reside precisamente en el peso de sus villanos.


[A partir de aquí caerá algún spoiler de los últimos episodios de Downton Abbey]

Aunque Downton Abbey siempre ha sabido quemar trama sin necesidad de explotar la dicotomía bondad-maldad, es cierto que la pareja formada por Thomas y O'Brien y sus maquinaciones para fastidiar a sus semejantes eran un regalo para el espectador. Nunca nos explicaron por qué eran así, qué les llevaba a ese estado de envidia y rencor permanente cuando vivían en unas circunstancias que muchos de sus vecinos habrían deseado para sí. Pero no importa, lo divertido era verlos liándola en el piso de abajo y metiendo cizaña en el piso de arriba. Con la marcha de Siobhan Finneran nos quedamos un poco huérfanos de maldad, porque conflictos como el "cuadrángulo" entre Daisy, Jimmy, Ivy y Alfred resultan bastante descafeinados. Y la incorporación de la nueva doncella, Baxter, todavía no ha dado frutos, aunque su alianza con Thomas y su incipiente relación con Molesley prometen. A ver si deja la Singer y se pone a maquinar.


Cuando hablaba más arriba de la felicidad y lo mortalmente aburrida que puede resultar en una ficción, pensaba precisamente en la historia de Anna y Bates. Una vez que superaron los obstáculos que impedían su amor y consiguieron casarse, se convirtieron en un lastre para la serie. No aportaban nada interesante y supongo que para sus más fieles seguidores seguirían teniendo algún interés, pero a mí, que tampoco me gustaron nunca demasiado, se convirtieron en insoportables.


No obstante, los acontecimientos escabrosos de los últimos episodios, de la violación al asesinato en menos que canta un gallo, han vuelto a hacer temblar Downton y a despertarnos del letargo (porque los amoríos de Mary y los combates dialécticos de la condesa viuda y la señora Crawley son divertidos, pero dudo que fueran capaces de sostener por sí solos la serie). Así que aplaudo esta conversión de Bates en malvado (aunque tendríamos que debatir, ya sabéis, si el fin justifica los medios, etc.); de hecho, me encantaría que el personaje se pasase al lado oscuro y se convirtiera en un nuevo villano. Su mirada de ternera enamorada me aburre, pero ahora que vuelve a ser sospechoso sus ojos achicados me divierten, el halo de maldad que lo rodea me interesa y su historia me genera expectación de cara al especial de navidad (para el que aún falta más de un mes, ¡maldita sea!). Aunque no llegue a ser un verdadero villano, aunque se quede en cuarto y mitad de maldad.

4 comentarios:

  1. Qué bien le ha sentado cierta muerte a la serie, la verdad. Quién lo habría dicho :)

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    1. Yo estoy encantada con esta última temporada. Ya sabes, "el muerto al hoyo..."

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  2. Debo confesar que no puedo con Bates. No, no le puedo. Y pensar que ahora puede ser el asesino pues me da pereza por volver a enfrentarnos a algo tipo lo que ocurrió con su mujer. De todos modos, no veo a Bates como un villano en la línea de Thomas (la costurera ha sido un puff), el cual espero que haya aprendido mucho en América y venga con ganas de putear al personal.

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    1. A mí es que el actor me repele ya desde la adaptación de Norte y Sur. Y tanto buenismo por parte de él y de Anna también me molesta. Al hombre no lo van a convertir en malvado porque a los fans ingleses les daría un patatús, pero habría sido taaaaaan divertido. A ver por dónde va la cosa, no creo que a Fellows le apetezca repetir el mismo esquema que cuando murió la primera mujer. Lo que Anna necesita es otro maromo más majetón para ella, que Bates es un rancio y un farsante. Ains, si es que me lo paso pipa...

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