miércoles, 7 de agosto de 2013

Yo tenía una granja... victoriana (06/03/2012)

[Estas entradas pretenden recuperar algunos de los posts que publiqué en www.ytuquemiras.net, donde aún se pueden consultar los originales; lamentablemente, la mayoría de fotografías y vídeos se han perdido, así que es muy probable que el contenido multimedia de esta página no coincida con el de las entradas de dicha web. La entrada de hoy se publicó inicialmente el 6 de marzo de 2012.]


No es un secreto para nadie que a los británicos les vuelven locos las recreaciones históricas. La precisión y el buen gusto con que adaptan las novelas de sus autores clásicos son buena prueba de ello. Por otro lado, creo que el siglo XIX y todo lo que significó la Revolución Industrial les enorgullece y les provoca un irresistible atractivo. Si a esto le sumamos su pasión (y la mía) por los documentales sobre temas inverosímiles, no me sorprendió descubrir la existencia de un docurreality como este, en el que la historiadora Ruth Goodman y los arqueólogos Peter Ginn y Alex Langlands no solo se ponen trajes de época, sino que deciden pasar un año completo en una granja victoriana, según los usos y costumbres de mediados del siglo XIX.




En el primer episodio (todos están disponibles en Youtube, sin subtítulos, aunque se entiende bastante bien), los tres protagonistas se trasladan a Acton Scott, una antigua granja abandonada en Shropshire, que limpian y restauran a conciencia. Una vez instalados en ella, a lo largo de seis capí­tulos nos muestran la vida cotidiana de la época, desde el uso de maquinaria agrícola o la construcción de establos y gallineros, hasta la elaboración de platos y bebidas típicos, el lavado de la colada o la higiene personal. Todo ello según las indicaciones, entre otros, de The Book of the Farm, un manual para granjeros noveles publicado en 1842 y que incluye las últimas innovaciones tecnológicas de la época. Además, dado su desconocimiento de muchos aspectos de la vida cotidiana, reciben la ayuda de expertos allí­ donde tienen dificultades, expertos que suelen tirar de memoria y aplicar usos y costumbres de su niñez. Yo creo que estaban tan ilusionados con el proyecto como los protagonistas. Y siempre, impecablemente ataviados con trajes de época.

La dependencia de la climatología, el miedo a que una plaga, la enfermedad de un animal o cualquier otro contratiempo eche a perder el proyecto y, en ocasiones, la evidente incomodidad de los tres protagonistas al tener que enfrentarse a los acontecimientos con herramientas que no dominan, hacen que los distintos episodios resulten divertidos y muy didácticos. Ahora que todo lo que lleva la etiqueta biológico está de moda, resulta sorprendente ver cómo, frotando con una mezcla de vinagre y polvo de ladrillo, los cacharros de cobre quedan relucientes, o que se puede conseguir un perfecto bálsamo para los labios ¡con color! con cera de abeja y otros productos totalmente naturales y fáciles de conseguir incluso hoy. Los aparejos de labranza, mecánicamente tan sencillos desde nuestra óptica pero tan complejos y tan innovadores para la época, nos sorprenden. La ternura que nos despiertan los animales, tan propia de nuestro siglo, contrasta con la utilidad práctica que se les exige: estos se sacrifican o venden según las necesidades. Y al mismo tiempo, hay una comunión con la naturaleza, una armonía en la vida de la granja que, en cierto modo, nos provoca la nostalgia de lo irrecuperable.

Tras el éxito del documental, emitido por primera vez en enero 2009, han aparecido distintas secuelas, como The Victorian Farm Christmas, The Victorian Pharmacy y Edwardian Farm, esta última hace tan solo unos meses. Y es que, a pesar de las incomodidades, ¿quién no querría regresar? Yo no lo dudarí­a ni un momento. ¡Que me vayan preparando zagalejos y miriñaques!



P. D. Podcastera: Esta entrada se debe, en parte, a que el domingo participé en la última entrega del estupendo podcast Yo disparé a J.R., que emiten Marina Such y Pere Solá.  En él charlamos sobre las adaptaciones de clásicos literarios que suele hacer la BBC. En este tipo de adaptaciones, muchas veces el contexto histórico y los cambios que la Industrialización implicaron para la sociedad victoriana se obvian, priorizando las tramas románticas. Estoy segura de que, para los seguidores de este tipo de adaptaciones, este docu será interesante, curioso y muy divertido.


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